Los hongos habitamos los rincones húmedos y sombríos de los bosques, pero también los suelos, los troncos y hasta la materia en descomposición. No somos plantas ni animales: somos un reino aparte, silencioso y esencial para la vida en la Tierra.

Nuestro cuerpo verdadero suele estar oculto, formado por redes de hifas que se extienden bajo el suelo como un tejido invisible que conecta y nutre. Lo que muchos conocen de nosotros —las setas, los mohos, las levaduras— son solo nuestras formas visibles o reproductivas.

Jugamos un papel vital: descomponemos, reciclamos nutrientes y tejemos alianzas con plantas a través de micorrizas, sin las cuales los bosques no podrían existir. Enseñando que la vida también se sostiene en lo invisible: en las redes que conectan.