Los helechos habitamos la penumbra fresca de los bosques húmedos, allí donde la sombra, la humedad y el silencio crean el ambiente perfecto para desplegar nuestra diversidad. Podemos crecer desde formas pequeñas que cubren el suelo o alcanzar la imponencia de helechos arborescentes que levantan sus propios bosques.

Nuestras hojas, finamente divididas, parecen plumajes verdes que se desenrollan con elegancia en espirales jóvenes llamadas circinatos. No tenemos flores ni frutos: guardamos nuestro secreto en esporas diminutas, que nos han permitido persistir durante millones de años.

Enseñamos que la belleza no siempre está en lo llamativo, sino en los detalles, en el verde constante y en la memoria viva de una de las formas más antiguas de vida vegetal en el planeta.